Un anís, un chupetín y un chocolate

Entrevero mi papel con firma de ANÓNIMO entre las respuestas de mis amigos que se acumulan en la mesa del distraído profesor. Me retiro de clase y voy camino a la banca de siempre, con los papeles de Yatzi entre los míos y espero su salida. Vuelvo a mirar mi reloj para confirmar la hora de salida, 12:15, No debe tardar en salir…

Me sorprenden por la espalda unas frías y pequeñas manos que cubren mis ojos.

- ¿Quién soy?, una delicada voz me pregunta entre risas.
- Eres… ¿La chica que cubre mis ojos?
- No, idiota. Mi nombre.
- ¿La chica de las manos frías?
- ¡No!, Bueno sí, pero quiero que digas mi nombre.
- Yatziri Lenotti, 19 años, 17 de abril de 1990, Diseñadora grafica.
- Jajaja, Te volvería a romper la nariz si no fueras tan lindo.

Dijo ¿lindo?... Esa fue una sorpresa.

- ¿Estás bien?
- La verdad, no. Estoy afiebrada y me siento muy mal.
- ¿Has tomado algo?
- No, le tengo fobia a los medicamentos.
- Oh, pero ven, vamos a la cafetería, te invito un anís o un té con limón.
- Y también me invitas un chupetín.
- Jaja, ok un chupetín.

Caminamos juntos hasta la cafetería, aparte la silla para que se sentara y me sonrió por tal gesto de amabilidad. Me acerque a Beatriz (la señorita de la cafetería).

- Buenos días.
- Hola, ¿qué te sirvo?
- Hola, un anís, un chupetín y un chocolate por favor.
- Ok, sería s/ 4.50, lo dijo con su radiante y costosa sonrisa.
- Cóbrate.
- Ok ahorita te lo llevamos, Gracias.
- A ti.

Yatzi revisaba con curiosidad mis cuadernos. Sin alertarse que me aproximaba.

- ¿Te ayudo?
- No, ya lo encontré
- ¿Encontraste qué?
- Mi justificación, cuando se supone que me la entregarías.
- ¡Cierto! Tu justificación… me había olvidado. Lo siento.
- No hay problema, felizmente la tienes tú y no se me cayó por otro lugar. Estuviste en el lugar justo en el momento justo.
- Si… es verdad.
- Gracias.
- ¿De qué?, no te preocupes. Y ¿Cómo sabias que lo tendría?
- Una corazonada.
- ¿Una corazonada?
- Bueno, sé que me observas siempre así que si algo se me pierde, se me cae, o me pasa algo, estoy segura de que estarás ahí para cuidarme. ¿No?
- Es lo más probable.
- ¿Cómo un ángel guardián?
- No creo en ángeles. Pero con un trabajo similar.
- Arruinas mi concepto.
- No quise hacerlo.
- Pero lo hiciste.
- Lo siento.
- Jajaja, deja de decir lo siento, lo siento, pareces tonto.
- Ok, lo siento.
- ¡TONTO!
- Jaja.
- ¿Estabas muy enferma ayer?
- Si, volaba en fiebre, tenía congestión y me dolía la cabeza, fue imposible levantarme.
- Me alegra de que estés mejor. Te extrañé.
Sus hermosos ojos brillaron y no pudo evitar sonrojarse cuando le dije eso.
- ¿Así? ¿Que tanto me extrañaste?
- Te extrañé al punto de sentir mi día incompleto por tu ausencia.
- … Aunque no lo creas extrañe tus rarezas, tus palabras que suenan como ideas lanzadas al aire, tu perturbadora mirada y…

Aquí está su pedido joven. Un anís, un chupetín y un chocolate. Servido.

- Gracias.
- ¿Puedo no?
- Si, adelante, sírvete.
- Ok.
- … ¿No vas a terminar tu frase?
- No, porque ya me olvide que es lo que iba a decir.
- Bueno, gracias por esas palabras tan sinceras.
- No hay de qué. Oye... y tú, ¿no comes?
- Voy a desayunar un chocolate.
- Que nutritivo.
- No tiene que serlo, es una delicia, y nada mejor que comenzar la mañana deleitando mi paladar con un chocolate. Es bueno para el frío, me mantiene despierto y de buen humor.
- Jaja, me convenciste.

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