Nos vemos pronto.





Resplandecientes como esas noches entre la primavera y el verano, nos reencontramos con aires de familiaridad, como si siempre hubiéramos estado cerca en episodios diferentes, algo de lo que ambos llamamos experiencias pasadas. Nos reencontramos con aquellas condiciones que nos vuelven vulnerables por la transparencia que muestran nuestros secretos sin temer. Me acerco, me recibes con ternura, podrías ser tu, podríamos ser nosotros, mas que un encuentro de verano, mas que una sorpresa de primavera, podríamos llegar al cielo toma mi mano, subamos la escalera. Ya se me ocurre volver a verte, sin espera, sin llamadas, así nada mas, con casualidad. Como víctimas del destino, repetir el mismo plato, repartir nuestro buffet de caricias permitidas, de miradas provocativas y esas cosas que nos regala la vida, cositas creativas. Hasta pronto, nos vemos cuando menos lo esperes, cuando la oscuridad de la noche y aquellas sombras nos regalen mas de una, o quizá mas de dos sorpresas.

Mrs. Justice




Entienda bien, yo creía en la justicia. No estoy exagerando, yo creía en la justicia hasta que la justicia dejó de creer en mi, se olvidó mi nombre, olvidó que me conocía, nisiquiera volteó a mirarme. No es un crimen, eso diría la justicia, sin embargo ella no está y en estos momentos soy un criminal que actuó por impulso. Me eximo de toda culpa, le repito, yo creía en la justicia. Ella decía que cada quien recibe lo que merece, que la verdad prevalece, que el bien triunfa ante todo mal, al parecer todas mentiras. Cuando estrangulaba su cuello, me miraba desafiante, gustoso de acabar sus días en mis manos, había logrado lo que buscaba. Yo creía en la justicia y ella se burló de mi, me obligo a salir casa y buscar al culpable, al engaño, a ese maldito que me hizo tanto daño. La encontré llorando, su mar de lágrimas hundió mi frágil barco de tranquilidad y me puse en estado critico, perdí el control. Yo creía en la justicia carajo, creía ciegamente en ella, creía que podía dejar todo en sus manos y confiar. Cuándo note que ya no respiraba, solté su cuello y lo empecé a golpear, asegurarme que aún después de muerto sienta los golpes de dolor que había dejado en vida. Ya no creo en la justicia, la justicia se murió cuando la tuve en mis manos.