Ausencia

Estaba amaneciendo, la jauría estaba dañada, la casa era un caos. Su estado era tal que no me reconocieron cuando fui al cuarto a recoger mi mochila e ir rumbo a casa. En el camino, no pude evitar quedarme dormido. Estuve toda la noche pensando en Yatzi. Y su perfecto rostro fue lo último que recordé antes de mi breve sueño.
¡Baja!, ¡En la esquina baja!, me había quedado tan dormido que me olvide que el camino a casa era tan corto, ahora tendré que tomar otro carro. Me siento cansado, fue una noche larga, llena de inimaginables situaciones creadas por mi mente, todas relacionadas con Yatzi, la dueña de todos mis relatos, de todas mis historias, ahora tiene un nombre, su nombre.
El fin de semana fue más placentero cuando estás en mi mente, las discusiones de mamá y papá, los reclamos de todos a mi alrededor, la inconformidad de los que me “aprecian”, pasan desapercibidos cuando pienso en ti, mis horarios se distorsionan y creo estar dormido cuando no lo estoy. Y estoy despierto cuando todos están dormidos. De viernes a sábado y con el domingo muere el fin de semana. Estoy ansioso por volverte a ver, el día de mañana.
Aún adormecido en mi cama, miro hacia la ventana y veo que el sol también amaneció adormecido esta mañana y deja que las nubes opaquen un oscuro día. Aunque intento organizar mi horario mentalmente es imposible, quiero verte, quiero escribirte, quiero volver a escucharte, volver a sorprenderme con alguna de tus ocurrencias. Apresuro mi rutina matutina para llegar temprano a la universidad y no perderme detalle alguno. El camino llega a ser más placentero cuando estas acompañado de buena música y pensamientos claros. Voy directo a clase y aunque estoy ahí, pareciera que no lo estoy, todos aun están adormecidos por el frio, incluso el profesor que dicta su clase parece algo fastidiado con este cambiante clima. Habla de teorías y de su clase improvisada que intenta captar la atención de incautos que no se dan cuenta de tal estafa. Me siento tan incapaz de poder reclamarle así que me dedico a hacer algo más importante para mí… escribir.
Salgo apresurado de aquella clase que no me enseña más que la astucia de un irresponsable profesor y la ignorancia de algunos compañeros. Me siento en la banca de siempre, acompañado de mi cuaderno y mi grabadora de bolsillo, te busco… Te busco con la mirada y no te encuentro, no estás con tus amigas, no sales de tu clase, no estás. Imagino la razón de tu ausencia y miles de hipótesis recorren mi mente. ¿Estarás enferma? ¿Te quedaste dormida? ¿Llegaras tarde? ¿Te pasó algo?... y en esa última pregunta me detengo, me preocupo. Como puede ser que nadie note tu ausencia. Todos están tan felices, para ellos es tan normal que me cuesta creer que no estés aquí. No me atrevo a preguntar por ti por que realmente tus amigos no me agradan así que evito los problemas y mantengo en silencio mi dolor por tu ausencia.
No estoy conforme con esta situación, necesito buscarte, saber donde estas, saber como estas. Voy a buscarte sin referencia alguna. Busco en los lugares a los que te seguí, las calles por las que caminaste, y nada… no estás. Realmente mi búsqueda no tiene sentido, nunca te encontraré de esta manera. Realmente no sé nada de ti.
Regreso a casa con una melancolía que me entristece el alma, que entristece todos mis sentidos, todo este tiempo te habías convertido en lo único realmente interesante en mi vida y un día sin ti ha sido tan largo, tan vacio, tan nublada, tan gris. Tengo la esperanza de poder encontrarte mañana y atreverme a decirte lo mucho que te extrañé.

1 comentarios:

Pilar dijo...

Cuantas respuestas puede un corazón desbocado encontrar para la eterna pregunta ¿dónde estás?

Publicar un comentario